Desde que se publicó este famoso
artículo, muchísimos son los ingenios y adelantos en los que hemos trabajado
para hacer nuestra vida más fácil, nuestros viajes más rápidos, nuestras
comunicaciones instantáneas –literalmente hablando- por muy lejos que esté nuestro
interlocutor. Se sorprendería Larra al
ver como la palabra actualidad, cobra, a día de hoy, pleno significado y la
información ha logrado llegar en tiempo real al público.
Y se sorprendería de igual modo, o
incluso más, al ver cómo muchos de esos espectaculares progresos de los que
hemos sido capaces, pasan inadvertidos a ciertos sectores, y su “vuelva usted mañana” invade todos los
niveles de la administración pública, por ejemplo, de manera habitual sin que
nadie se ponga rojo de la vergüenza. Y es
que la pereza sigue siendo uno de nuestros
principales defectos; ¡para que agobiarse hoy, si se puede hacer mañana!
Y así nos va.
Mención
especial merecen las Universidades, representantes de lo más granado de
cada Estado, responsables de la formación superior y última de las generaciones
que llegan, que gobernarán, y que tomarán decisiones por todos y cada uno de
nosotros. Responsables también de la
investigación más puntera, que acogen cada año- después de un riguroso proceso
de selección- a miles de jóvenes
preparadísimos que formarán la élite
socioeconómica y política del país, y que inexplicablemente se permite el lujo
de cerrar a cal y canto sus puertas durante un mes y no prestar ningún tipo de
servicio desde el 31 de julio hasta el 1 de septiembre, con los problemas que
conlleva arrancar desde cero una maquinaria tan grande.
La Universidad vive de unas rentas bien ancladas de las que poco queda
ya, es la sombra de aquella institución nacida en el siglo XIII , cuando solo
se formaba una verdadera élite y haber pasado por ella era una verdadera
garantía. En la actualidad la Universidad no es sinónimo de élites (me refiero
siempre al intelecto) y haber pasado por ella no garantiza absolutamente nada,
ya que digo bien, muchos solo han pasado por allí. Y por supuesto no cubre las
expectativas que de una Institución de ese tamaño, de esa historia y de esa
importancia, se esperan.
Pero no es la pereza un pecado que
cometa solo lo público. Lo privado, donde estamos la mayoría, tiene aún ciertos
recodos, que también permanecen inherentes a los cambios, progresos y
facilidades de la vida moderna. Me refiero, por ejemplo, a los servicios
telefónicos de atención al cliente que toda empresa que se precie, tiene. Cuanto más grande sea la empresa,
¡peor!; no hay duda. ¿ Cómo es posible, con la velocidad que hemos logrado en
la transmisión de datos, que en una misma llamada, que dura como mucho 10
minutos – 3 de conversación y 7 de espera- te pasen con 4 operadores distintos
de sendos departamentos, a todos haya que darle nombre y dni, y ninguno pueda
ayudarte porque no es de su competencia?
Reconozco que cada vez que me
llaman para ofrecerme un servicio nuevo –para eso sí que tienen la última
tecnología- siento la tentación de hacer
lo mismo, pero después pienso que no puedo perder el tiempo, pues lo necesito
para esperar la cola del banco, la de la Consejería de vivienda, la de la
secretaría de la Universidad y por supuesto para volver mañana, porque es
imposible que desde mi casa, aunque tenga la mejor de las conexiones, aunque
tenga todos los certificados digitales del mundo, consiga hacer un solo
trámite.
Si Larra levantara la cabeza,
seguro que lo escribiría otra vez, doscientos años después, mucho mejor que una
servidora.
Bien, bien, bien!!! totalmente de acuerdo y muy pero que muy bien expresado.
ResponderEliminarBesitos
Marian
Enhorabuena!! no se puede expresar con más claridad. Seguramente si Larra levantara la cabeza sería el primero en felicitarte. Con tu permiso lo comparto en mi muro
ResponderEliminar